Benzi, Daniele; Domínguez Martín, Rafael; Lo Brutto, Giuseppe; Rodríguez Albor, Gustavo
Abstract:
Desde la incorporación de China a la Organización Mundial del Comercio
en 2001, los intercambios comerciales, empresariales y las relaciones de
cooperación entre el gigante asiático y América Latina y el Caribe se han
incrementado exponencialmente. Asimismo, tras la eclosión de la crisis
mundial en 2008 y sus secuelas en las relaciones internacionales globales,
la gravitación geopolítica de China en esa región ha crecido de manera
igualmente significativa en la última década. La creación del Foro de Cooperación China-CELAC en 2015 para la promoción de la relación estratégica integral, el nuevo Documento sobre política de China hacia América
Latina y el Caribe (2016) y la incorporación de la región al “Cinturón
de la Ruta Económica de la Seda y la Ruta Marítima de la Seda del siglo
XXI”, más conocido como The Belt and Road Initiative, son expresivos de
que los países de América Latina y el Caribe, a decir del documento de
la Oficina de Líderes para dicha iniciativa, son “importantes mercados
emergentes así como principales socios comerciales de China”. En este
panorama, cabe decir que el gigante asiático mantiene con los principales
Estados de América Latina asociaciones estratégicas bilaterales, pues hasta
siete países de la región son miembros del Banco Asiático de Inversión en
Infraestructura: de pleno derecho se encuentra Ecuador, y prospectivos,
Chile, Argentina, Brasil, Perú, Bolivia y Venezuela. Respecto a las dos
principales potencias de la región, cabe decir que, Brasil hace parte del
grupo BRICS, (junto con Rusia, India, China y Sudáfrica), mientras que
México ha mostrado un interés creciente en estrechar relaciones con el
gobierno chino.
Description:
Una de las principales críticas al sistema internacional de ayuda al desarrollo
dirigida a los países de bajos ingresos es la condicionalidad con que esta se
brinda y la dependencia que genera en los receptores (Sogge 2002; 2015;
Hout, 2018). Esto último ha influido en políticas y ajustes económicos que
han minado u obstruido el desarrollo en los países receptores. En este sentido, la cooperación Sur-Sur ha sido catalogada como una forma de cooperación que disminuye los efectos de la condicionalidad, en la medida en que
se produce de una manera más horizontal. En los últimos años, América
Latina y el Caribe ha recibido cada vez más ayuda Sur-Sur por parte de China3 en un contexto de apoyos que el gigante asiático ha entregado a las
regiones más pobres del mundo primando, según Hongbo, “la igualdad y el
beneficio mutuo”, y en donde las relaciones diplomáticas o “poder blando”
ha sido el marco de la política de ayuda de este país asiático a sus receptores
(Hongbo, 2017: 282).