Abstract:
Érase una vez cierta calle ancha de un poblado llamado “barrancas de San Nicolás”, cuyos habitantes - escasos cincuenta mil – vivían trabajando a la vera de un rio caudaloso – el Magdalena – fecundo en toda la extensión de su arrogante corriente tributaria del caribe.
Vega que justifica la respetable posición de una ciudad dinámica y tenaz – Barranquilla – cual ya gozaba por estas calendas del siglo XIX de ser primer puerto fluvial y marítimo del país.